Cuando llegó el día del último examen se podía sentir el
nerviosismo por todo el pasillo. Elena estaba detrás de un grupo de chicas que
hablaban deprisa sobre las formulas matemáticas que no se sabían del todo.
La ponía más nerviosa el murmullo que el examen en sí mismo
pero decidió hacer oídos sordos y seguir su camino hacia el salón.
Cuando se sentó en su lugar el maestro ya estaba en el saló
y no esperó a que nadie se organizara. Comenzó a dar papeles en blanco a cada
alumno. Unos segundos después Elena escucha voces de sorpresa e indignación.
Mira hacia adelante y comprueba que el maestro ya ha comenzado a dar los
exámenes.
Cuando el profesor llega hasta a ella y le da su papel ella
lo toma y lo mira de arriba abajo: complicado. Toda aquella formula a simple
vista parecía cosa imposible de descifrar.
Era la última oportunidad de aquel examen de matemáticas tan
ansiada por muchos y por otros no. Con esta prueba los veinte alumnos se
jugaban el pasar de curso escolar o repetir el mismo.
En el salón se respiraba un aire tenso y nervioso,
experiencia que a ningún alumno le gusta experimentar. Todos intentaban
concentrarse en las formulas que tenían delante: unos desistían y pasaban a la
siguiente pregunta, más difícil que la anterior. Otros comenzaban por escribir
su Nombre y Apellidos. Todos estaban sumergidos en sus respectivos papeles.
Elena también estaba nerviosa pero decidió que el examen era más importante que
los nervios.
Una hora y media después Elena salía del salón. Gloria la
esperaba en la salida del colegio con su mochila en mano. Se le notaba que
estaba nerviosa.
-¿Qué tal te fue? –preguntó su amiga interesada. Elena
encogió los hombros.
-bien –contestó con una sonrisa cansada.
-pero cuéntame, ¿qué salió? –Elena comenzó a contarle, sin
perder su habitual tranquilidad, lo que había salido en la prueba…
Una semana después, Elena se retrasa en clase debido a un
atasco producido a pocos metros del colegio. Cuando llega a su aula lo primero
que encuentra es al profesor de Matemáticas explicando unas formulas en la
pizarra. La clase se vuelve y la observa.
Elena baja la vista y pide permiso para entrar. El profesor asiente.
Pero lo que ocurre ella no se lo esperaba.
Cuando entra a clase, sus amigas prorrumpen en gritos de
alegría y varios alumnos comienzan a aplaudirle y a felicitarle. Ella no
entiende el porqué hasta que toma su asiento, al lado de Gloria.
Ha sido una de las cinco personas que ha superado la prueba
de Matemáticas y la que ha sacado la nota más alta.
Elena no puede creérselo. El profesor se acerca hacia ella y
le entrega su examen.
-Muchas felicidades, Elena –le dice el maestro.
Ella toma su examen y comienza a ver sus formulas pero sus
amigas le dejan poco tiempo porque se acercan a ella para ver el resultado.
-vamos, chicos. Todos atendiendo la pizarra –dice el
profesor…
***
-Oye, ¿cómo le hiciste?
-estudiando –respondió ella admitiendo lo que era obvio.
Sonrió.
-ya, pero ¿no sacaste alguna chuleta o algo? –Elena se
vuelve y mira a Rafael, un compañero que suspendió el examen.
-no. Lo único que hice fue estudiar mucho y confiar –Rafa
enarca una ceja.
-¿confiar? –preguntó extrañado.
-Sí, confiar en que todo saldría bien.
-¿y si no salía bien? ¿Qué harías? –siguió dando la lata
Rafael.
-repetir curso, Rafa.
-¿Así, sin más? –insistió él -¿y tus padres, que dirían?
-mis padres no dirían nada porque ya lo hemos hablado.
-te veo muy segura de ti misma –dijo Rafael en tono de
envidia. Ella sonrió.
-sí, yo también me noto así y fíjate que hace unos meses no
pensé en llegar hasta aquí con esa seguridad –contestó ella risueña.
-¿y cómo lo has hecho? –Elena se detuvo y sacó un cuaderno
pequeño. Rafa la observaba expectante.
-Para que dejes de hacer preguntas y te pongas las pilas
–contestó ella cariñosamente. Le entregó el cuaderno abierto. Él leyó lo que
estaba escrito en él.
“¿Por qué voy a
desanimarme? ¿Por qué voy a estar preocupado? Mi esperanza he puesto en Dios, a
quien todavía seguiré alabando. Él es mi Dios y salvador.”
-Un examen es importante para salir hacia adelante –comenzó
a hablar Elena –pero es más importante dejar todas tus preocupaciones a Dios,
confiar en Él y esperar que todo saldrá bien. ¿Qué no sale como esperas? No
pasa nada. Dios no te juzga por ello. ¿Qué sale bien? Muy bien. Dios es quien decide premiar a los que confían
en Él, pero tú también tienes que decidir confiar en Él y en ti mismo.